Hace un par de años, en una reunión entre padres de familia, la escuela convocó a votación sí se aprobaba que los alumnos llevaran el "celular" en la escuela. Sólo hubo una votación en contra; si, recuerdo que nuestros argumentos fueron insuficientes contra todos los demás que mencionaban la importancia de llevar el teléfono para comunicarse con sus hijos por seguridad, por estar comunicados, porque vivimos en una sociedad de la tecnología y lo menos era rechazarla.
Mis sospechas sobre el llevar (no me atrevo a mencionar "usar") el teléfono a la escuela, era emplearlo para fines distintos a su formación, incluso para evitar alguna agresión entre ellos, burlarse o que sirva de distractor durante la jornada escolar. Ya no diré los sentimientos que evocaron aquella ocasión cuando los demás padres nos tacharon de retrógadas.
El uso de dispositivos digitales es necesario e indispensable para enfrentar los retos del siglo XXI (que ya van 20 años y contando); pero conlleva condiciones indispensables que deben realizarse en la misma, entre ellas la alfabetización digital de los docentes, construir una sociedad del conocimiento y una comunidad de aprendizaje. Por sí solo el dispositivo no va a cambiar algo, o que los alumnos aprendan de manera distinta, si no hay interés y responsabilidad didáctica por el uso el dispositivo éste sólo representará un recurso compensatorio de la novedad tecnológica.
Pero una de las prioridades que se deben atender es voltear cómo el uso de estos dispositivos permite desarrollar las habilidades del siglo XXI.
Sin embargo, estos años, para los alumnos ha sido un distractor y en ocasiones su uso indebido ha afectado a otros compañeros.
Este ciclo escolar, en la junta con padres de familia, sólo entregaron el reglamento que en un numeral decía "Los alumnos tienen prohibido hacer uso del teléfono celular en la escuela".
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