El día 23 de febrero, un día después de mi cumpleaños, en la escuela, mis alumnos de primer grado realizaron una fiesta en el salón; los padres de familia se habían puesto de acuerdo para cooperar y estar conmigo presente. Llevaron gelatinas, refrescos, confeti ... y un pastel. La verdad me la pasé muy excelente: jugamos un rato en el patio y tuvimos la oportunidad de ver un video mientras comían... al final uno de los niños se acercó para darme un obsequió de todos los niños por mi día (otros me obsequieron cartas)... Al final del día escolar, despedía a los niños agradeciéndoles el detalle y sobre todo el amor y cariño que sentían hacía mí...
El día 24 no asistí a clases por motivos de salud. Eran casi las ocho de la mañana cuando avisé a la escuela que iba a faltar. Siempre que falto me da tristeza porque mis alumnos no les gusta que yo no asista.
Eran casi las 13:00 hrs. cuando recibí una llamada telefónica para avisarme que al día siguiente, 25 de febrero, (miércoles), me presentara en otra escuela con el cargo de Director del plantel. Por supuesto que fue una llamada poco común. Aunque recordé que la invitación no era nada nueva (creo que ya han pasado poco más de seis o cinco años de la primera ocasión).
A finales del año pasado, en una fiesta infantil se me hizo la invitación y quizás me tacharon de indeciso (pero díganme quién está preparado para dar una respuesta si en esos momentos piensas en dónde se romperá la piñata o a qué horas empieza el espectáculo infantil).
Ahora, esa llamada era para hacer cumplir una orden de una autoridad superior: "Rubén se presenta mañana a la escuela" Quiero platicarles que es muy difícil dejar de ser profesor durante quince años; y más cuando no había pasado por mi mente ser Director. E sta vez acepté la invitación (¿u orden?).
Por la tarde del 25, me refugié en los libros y me acordé de uno que me habían obsequiado el Instituto San Mateo en una ocasión en la cual fuí invitado por la Directora del preescolar, la profesora Juana Cecilia, a dar una conferencia a los maestros del plantel. El libro era de Miguel Santos Guerra titulado Yo me educo, tú me educas, el cual habla sobre su experiencia de su primer año como director de un plantel de una manera la cual nos tiene acostumbrado. Después, ese mismo día, leí un texto de Howard Gardner titulado la Escuela Inteligente, y hace unos instantes re-leí el libro de Fullan titulado El cambio educativo. Todos ellos creo que para iniciar esta aventura me serán de gran utilidad.
He pensado sí el tomar un cargo como director es alejarse del aprendizaje de los alumnos. Si , sí quienes optaban por dirigir una escuela de primaria no querían ser maestros frente a grupo; yo quiero seguir siendo maestro, nutrirme de los alumnos: de sus risas, de sus expresiones, de sus dudas, de sus agredecimientos, ¿eso cambiará? ¿quién le dirá a mis alumnos que ya no estaré más con ellos?
Eran las 7:50 del día 25 de febrero, cuando llegué a la escuela en la hora indicada, y al no ver a mi jefe inmediato, pensé en que hubo un error o me equivoqué de día y más cuando ví llegar a la (todavía) Directora. En eso llegó mi superior.
Después de su actividad física, 8:30 de la mañana, al frente de todos los alumnos casi 600 (y 20 maestros), hizo el protocolo de despedida de la directora y la bienvenida de su nuevo director. La directora saliente agradeció a sus alumnos y reconoció la labor de los docentes. El director entrante rechazó la invitación de dar ¿un discurso? Recordé un artículo en mis años de estudiante en la normal donde se hablaban de los famosos mitos de la vida cotidiana en las escuelas. No, no dí discurso alguno.
La tarea no será fácil, y más cuando las leyendas urbanas dicen que esa escuela tiene el record de haber sacado a las últimas directoras ya sea por padres de familia o por los profesores.
Eran las diez de la mañana, revisé las instalaciones, me presentaron al personal de apoyo, a las maestras de USAER.
Después me presenté grupo por grupo. Ahora lo veo distinto cada profesor tiene su estilo diferente, los ambientes eran totalmente distintos. Salón por salón me presenté con cada maestro, y me atrevía a ser un comentario con la mayoría de ellos. En uno de los últimos salones me presentaron una maestra y ví con nostalgia que estaba trabajando con el libro de lecturas de primer grado.. me atreví a decir que estaban viendo la lectura del "gallito" alusivo al dibujo del libro que yo ví... al voltear la maestra me miró... como que no me escuchó... la volví a mirar y me miró esta vez a los ojos y me dijo con una voz totalmente seria (y retadora): "- la lectura se llama A que te pego..."