viernes, 22 de marzo de 2013
Había una vez las escuelas normales...
Resulta que el secretario de educación en México, analiza seriamente la desaparición de estas escuelas, ya que poco han aportado a la transformación de los futuros docentes. Hace unos cuántos años que la representante sindical de los maestros en México, señalaba convertirlas en escuelas de turismo, para volverlas más productivas.
Como normalista, considero que la educación normal es determinante en la formación inicial, por lo que me resisto a imaginar su desaparición; no obstante se debe generar una verdadera reforma, donde los académicos se conviertan en profesionales y se olviden de disputas internas sindicales. Supongo que en las escuelas normales hay profesores con ese espíritu de generar futuros excelentes docentes, pero desafortunadamente son las excepciones.
Aunque lo que más preocupa es que ya no habrá el clásico debate ochentero sobre si eran mejores los normalistas o universitarios.
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2 comentarios:
Buenas noches
Tengo la fortuna de ser egresada de una Universidad y laborar en una Escuela Normal
Ni los universitarios somos mejores, ni los normalistas lo son.
Somos diferentes y absolutamente necesarios los unos para los otros.
La sentencia contra las Normales es una decisión de tal magnitud que no puede estar acompañada de comentarios ligeros.
Los profesores que laboramos en las Normales y lo hacemos con profundo amor y profesionalismo somos muchos y merecemos un trato digno y una evaluación justa y respetuosa.
Saludos.
...Y lo que son las cosas.
No tuve la suerte de presenciar ese debate acerca del normalismo, pues la edad no me permitia entenderlo, pero lo lamentable es que el normalismo institucional que tuve que emprender para obtener mi papeleo y que me toco vivir es un proyecto derrotado.
El proyecto del normalismo que vivi en las aulas de la Benemerita es por muy poco rescatable, y lo lamentable es que el proyecto ideal del normalismo, el beligerante y que podría ser una luz para estos tiempos, sólo lo conocí de manera viva con los normalistas rurales (que me considerarón su "fraterno"), de manera mítica con Justo Sierra entre los acervos del fondo reservado del Instituto de Investigaciones Históricas y las estanterias de la "Samuel Ramos"; pero mencionarlo en las aulas de mi "lux" era algo que otorgaba la etiqueta de subversivo.
Hace seis años, unos cuantos de la generación teniamos como premisa que lo fundamental de una reforma al normalismo tenía que pasar por la ética y la mística, pues sólo así la formación docente se empaparía de la realidad nacional y tal vez existiría un mayor compromiso en el trabajo.
Y bueno, por lo pronto parece que el examén de oposición no es el mejor mecanismo para elegir a los mejores pero si para diluir a las escuelas normales.
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