Hace poco en México, se consideró (desde la política educativa del país) que era importante la intervención del padre de familia en la evaluación de los alumnos de educación básica. Una de tantas conclusiones, era que el padre de familia es quien de alguna manera daría la autorización, consentimiento, consentimiento, Visto Bueno, para que el alumno se quedara un año en un grado (reprobar, pues). Otra novedad fue la aparición de la Cartilla de Educación Básica, la cual sustituía a la boleta de calificaciones; de tal manera que sólo existiría un documento oficial para los tres niveles que se encuentran en la Educación Básica (prescolar, primaria y secundaria). Además concluyó que nuestro sistema de evaluación sigue centrado en acumular información y no ha logrado inclinarse en el aprender a aprender. Sobre los profesores, mencionó que poco se sabe de cómo evaluarlos (sic).
Ahora que ya se estableció la reforma constitucional, el secretario de educación pública, E. Chauyffet, consideró dar marcha atrás en la forma de evaluación que se pretendió el sexenio anterior; es decir, "borrón y cuenta nueva" por lo que, ante la cámara de senadores, adelantó la derogación al citado Acuerdo 648 (sobre evaluación), para él es "absurdo" que el padre de familia tenga la última palabra en reprobar a su hijo. En ese mismo sentido concluyó en regresar a los certificados de acreditación. Con toda seguridad, tanto funcionarios del sexenio anterior como el SNTE, estarán molestos por los comentarios, ya que fueron sus últimos acuerdos (además eran las últimas horas de la dirigente del sindicato en libertad)...
Ni hablar, ¿evaluar o no evaluar? Esa es la cuestión, al parecer sólo de los políticos.
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